lunes, 16 de mayo de 2011

Nueva carta abierta a la señora Presidente de la Nación

Pero ella no era diosa, y su deseo fue en vano
Laura Esquivel
 Estimada señora:

Lo de nueva se debe a que, el 7 de noviembre de 2010, ya le había escrito (http://tinyurl.com/3mjtznk) , sugiriéndole la adopción de una serie de medidas que, lamentablemente, no resultaron de su gusto; si hubiera aceptado mis consejos de entonces, el país entero sería otro y usted podría retirarse con la seguridad de figurar, en letras de molde, en el libro de la historia grande de la Argentina.
 Esa carta anterior se generó, obviamente, a partir de la muerte de don Néstor (q.e.p.d.). Cuando se produjo su fallecimiento, pronostiqué en un artículo Muchos muertos en uno, (http://tinyurl.com/258rm29)- que de todos los que roles que ocupaba su marido en ese momento, el único que le iba a resultar irremplazable (no me refiero, obviamente, a los aspectos estrictamente personales de su duelo) sería el de gran articulador, el equilibrista permanente que podía mantener pegoteadas a la nueva izquierda de la billetera y los cargos y a la CGT delincuencial. Lo sucedido en las últimas semanas parece haberme dado la razón.
Que don Huguito se transformaría en una enorme roca en su zapato, también se lo avisé (http://tinyurl.com/2g4t9fx) con tiempo, pero era la época en que usted prefería seguir entregándole cuotas crecientes de poder, y tampoco me escuchó.
 No soy, señora, ni más inteligente ni más culto que nadie; tengo sí, aparentemente, algo más de sentido común que muchos de los que la rodean, aunque éstos sean cada vez menos.
 Pero no vale la pena llorar sobre la leche derramada, y hacer historia contrafáctica no reporta utilidad alguna. Elucubrar acerca de qué hubiera pasado si &, no solamente carece de sentido sino que puede ser considerado un vicio adolescente y, como tal, condenable.
 Por lo que usted misma informó al país el jueves, no se muere fea imagen, a la cual los argentinos somos tan adictos- usted por la Presidencia, y ha dado todo lo que podía dar. Reconozcamos, además, que la política le ha dado, también, todo lo que podía recibir, que no ha sido poco, en ningún sentido.
 Reflexionemos juntos, entonces, sobre ambos aspectos, es decir, sobre su papel, en caso de ser reelecta, y su capacidad como mujer y, sobre todo, como madre.
 Como no la considero tonta y, con seguridad, su información real es mucho más ajustada a la realidad que la mía, no dudo acerca de su conocimiento sobre dónde se encuentra su modelo. Dramáticamente y después de ocho años, ha llegado el momento de pagar la cuenta de la fiesta que organizó con don Néstor (q.e.p.d.) para festejar el éxito del viaje de su pareja desde la lejana Patagonia a la tan iluminada Buenos Aires.
No debería, entonces, hacerlo pero, como se trata de una carta abierta que será leída, seguramente, por alguien más, enumeraré sólo los títulos de los problemas a los que se enfrentaría si decidiera reincidir: tarifas, tipo de cambio, energía, subsidios, planes, inflación, inseguridad, Justicia, narcotráfico, defensa nacional, puja redistributiva, poder gremial, falta de inversión, fuga de capitales, conflictos internacionales.
 Como usted y yo sabemos, sobre todo después de habernos peleado con Brasil, que se niega a aceptar que nosotros podemos frenar las importaciones y ellos no, sólo le quedaría, como arma para enfrentar esos problemas, el maldito yuyo. En serio, señora, me parece un poco poco.
Si puede evitar hacerlo, saliendo a tiempo del restaurant por la puerta grande, ¿para qué pagar la cuenta? Déjele ese muerto (¡otra vez esa imagen!) a su sucesor, cualquiera que éste sea, y que los ex jóvenes idealistas se las arreglen como puedan.
 No me diga, señora, que su lealtad hacia sus cómplices la llevaría a inmolarse para protegerlos porque, sinceramente, no le creería.
 Desde otro ángulo, ¿cuánto crédito da usted a las encuestas tan favorables que le acercan esos futuros ni-ni (ni curro ni libertad)? Porque, convengamos, la última vez que puso usted en juego su capacidad de convocatoria, dos nadies derrotaron a esa armada Brancaleone formada por su marido, don Danielito, los intendentes, los ministros y los artistas testimoniales.
 Además me pregunto, ¿para qué organizar otra vez el zafarrancho de las listas colectoras si sus cómplices están tan convencidos de ese imparable triunfo en octubre?
En el campo, gran artífice de su victoria de 2007, siguen sin quererla ver ni en figuritas. Es posible que, en los pueblos del interior, su imagen haya mejorado un poco, pero dependen mucho de sus clientes y éstos, como sabemos, la sola posibilidad de su reelección les provoca una reacción imposible de expresar en palabras; tanto usted como don Néstor (q.e.p.d.) hicieron todo lo posible, a fuerza de agravios gratuitos, para merecerlo.
 La clase media, esa que su gobierno está intentando convencer de las virtudes del modelo a fuerza de plasmas y automóviles, de tarifas regaladas de luz y de gas (especialmente, en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores), también es la más preparada y ha descubierto que esta película ya la vio y, peor aún, sabe cómo termina. Por otra parte, los muchachos de la Cámpora, ciertamente efusivos y entusiastas, no son tantos como para asegurar el triunfo.
 Centrar la fuerza del ya ganó en el negro que adoptó después de la muerte de su marido suena, al menos contradictorio. Si don Néstor (q.e.p.d.) era el prócer que ahora quiere instalar en nuestra historia, ¿por qué el índice de confianza y su imagen positiva sufrió un alza de tal magnitud cuando desapareció? Desde otro ángulo, ¿cuánto tiempo más puede durar el efecto benéfico de su viudez sobre la intención de voto de sus conciudadanos?
 Finalmente, señora, piense en sus hijos. La ilimitada voracidad por más poder y más dinero costó la vida de su padre y, con total seguridad, las luces del centro los deben haber encandilado, después de una vida entera en Santa Cruz.
 Don Néstor (q.e.p.d.) y usted, que nunca habían salido del país hasta 2003, tampoco hicieron nada para que, al menos, los chicos pudieran aprovechar la enorme fortuna personal que habían generado, curiosamente, desde puestos públicos.
 Esa situación los debe haber llevado, sin dudas, a buscar límites, intentando golpear con paredes que la actividad política de sus padres les imponía colocar en su camino. ¡Vaya uno a saber cómo son, en realidad, las vidas de Máximo y de Florencia!
 Usted, como madre, tiene una natural y primigenia obligación con ellos. Vuelva entonces a su casa, edúquelos, conténgalos y, sobre todo, corrija las eventuales desviaciones de cualquier tipo en la que pudieran haber caído.
 Finalmente, doña Cristina, debe usted tomar las riendas de su salud. Algunos médicos, expertos en la dolencia que la aqueja, me dijeron que ya no está usted en condiciones de ejercer la actual Presidencia, ni qué hablar de una futura.
 Estoy convencido si leyera mis notas sabría cuánto hace- que, finalmente, decidirá no presentarse a las elecciones; también entiendo que esa resolución tendrá que ser comunicada a la banda delictual que la rodea lo más tarde posible, para evitar que el desmadre que producirá inevitablemente la noticia golpee a su gobierno con demasiada anticipación.
 Acertar en esta predicción no me producirá alegría alguna, porque quisiera que, alguna vez, la Argentina pueda hacer juicios de residencia a los funcionarios salientes, cualquiera fuera su nivel de responsabilidad. Sin embargo, debo priorizar el bien del país que, de triunfar usted o alguien de su entorno en la contienda, se verá inmerso en el socialismo del siglo XXI que tan pocos éxitos le ha llevado a su amigo, el papagayo caribeño y que tantos males ha producido a Venezuela y a América del Sur.
 El objeto de esta carta ha sido, simplemente, procurarle una ayuda-de-memoria para el momento en que deba explicar su renunciamiento final. Para llevarla al atril habitual, bastará con agrandar la letra.

Me despido con cortesía, pero sin afecto alguno.

Bs.As., 15 May 11







Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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