domingo, 21 de febrero de 2010

¿Los K son peronistas, izquierdistas o conservadores?

Luces y sombras de un gobierno “atípico”

¿Los K son peronistas, izquierdistas o conservadores?

Nota I: La prueba del ácido es la deuda externa

(Más tres reflexiones al pasar)

Por Juan Gabriel Labaké

jglabake@telviso.com.ar

A medida que el kirchnerismo pierde poder y se acercan las elecciones presidenciales, se confirma el ya viejo pronóstico de que el desprestigio y el daño infligidos por el matrimonio gobernante a las banderas nacionales y populares hará crecer las posibilidades de triunfo de la “derecha económica” en 2011.

En efecto, todo indica que las oposiciones (en plural, porque son varias) se han aferrado a posturas conservadoras en materia social, económica y de política exterior, ante un giro en el mismo sentido que se observa entre los argentinos por rechazo a las prácticas K.

No toda la culpa es de los Kirchner en este sombrío panorama (aunque su responsabilidad es enorme y decisiva) ni el fenómeno es sólo argentino.

En Chile, a pesar de los buenos gobiernos que ha tenido y de la asombrosa popularidad que conserva la Sra. Bachelet al finalizar su mandato, ha triunfado un conservador multimillonario, ducho en grandes negocios personales. Y en Brasil, también a pesar de los dos muy buenos gobiernos de Lula, su candidata va camino de perder frente a Serra, el poco carismático pero poderoso señor de los negocios paulinos.

En cambio, Bolivia y Uruguay son la otra cara de la moneda: sigue ganando la “izquierda”.

A nosotros nos ha tocado lo peor: un impresentable gobierno que tiene verso nacional y popular, y música conservadora. De ese modo, la música oficial nos ha hecho sufrir las consecuencias de una dura concentración de la riqueza, de un ahondamiento de la brecha social, de un significativo y doloroso aumento de la pobreza y la indigencia, de una creciente dependencia de los sectores de poder mundial (incluidos los bancos acreedores, el FMI, el Banco Mundial y, por lo tanto, EE. UU.), de un nuevo y peligroso engorde de la deuda externa (hoy, virtualmente inmanejable), etc., etc. Mientras tanto, el falso verso nacional y popular, declamado con improperios de borracho empedernido por grotescos vividores del presupuesto público, ha creado el clima favorable para que, en 2011, los auténticos seamos derrotados y triunfe una posición conservadora (de adentro o de afuera del PJ). El cuadro de calamidad nacional ha sido completado por la chapucería de nuestros dos avaros y acaparadores gobernantes, acompañados por un equipo de obedientes incondicionales de la Banelco. El gobierno y su regimentada claque han padecido una miopía suicida a la hora de trazar el menor atisbo de estrategia nacional o siquiera de previsión de almacenero, y se han dejado atropellar por los problemas, entre los cuales no es el menor la falta de inversiones en sectores clave y la mirada estulta (o algo peor) frente al avance de Gran Bretaña sobre nuestras Islas Malvinas y el Atlántico Sur.

En las próximas notas analizaré cada uno de los casos que conforman esta larga serie de falsificaciones y mistificaciones kirchneristas, que han producido una dañina política conservadora con ropaje nacional y popular (y a veces, “progre”).

Hoy me concentraré en la urticante y central cuestión de la deuda externa y del eufemísticamente (en realidad, tramposamente) llamado Fondo del Bicentenario.

El tal Fondo no pasa de ser un manotazo a las reservas del Banco Central, para dedicarlas a pagar deuda externa. Grave es que se lo haya intentado consumar por un DNU, contra toda norma jurídica vigente. Pero bastante más grave es que ese atropello formal sea perpetrado para pagar calladamente una deuda de cuya legitimidad hay, no sólo sobradas dudas, sino la seguridad de una sentencia judicial impecable, que nadie ha podido rebatir desde que el juez Ballestero la dictó hace diez años debido a la denuncia hecha por Alejandro Olmos en 1982.

El gobierno y casi toda la oposición discuten por la forma en que pueden manotear las reservas (el gobierno prefiere hacerlo a “lo Kirchner”, y la oposición desea ponerse los guantes blancos para ello), pero ambos coinciden en usarlas para “honrar” una deuda que no es honrada. Pino Solanas, Claudio Lozano, Macaluse y compañía piden a gritos que se investigue la deuda antes de pagarla, pero muy sugestivamente amenazan con facilitar la maniobra del gobierno kirchnerista pegando el faltazo en la sesión clave de Diputados. ¿En qué quedamos?

Espero que no concreten ese sospechoso proyecto de faltazo injustificable. Sería lamentable y tendría demasiado olor a Borocotó.

Es que la deuda externa es la prueba del ácido para todos los políticos. Los joyeros, para descubrir a los tramposos que quieren hacer pasar gato por liebre, introducen el presunto metal precioso en ácido clorhídrico concentrado, o en una mezcla de ácido nítrico y ácido sulfúrico. Si el metal es verdaderamente oro o plata, permanece inalterado. De lo contrario, desaparece en pocos segundos.

Sólo el auténtico metal precioso resiste la prueba del ácido. Sólo los auténticos políticos nacionales y populares pasan la prueba de la deuda externa.

El dilema alcanza a una amiga que siempre sostuvo nuestras posiciones: Mercedes Marcó del Pont, actual presidenta del Banco Central. Su firma es indispensable para que nuestros 6.500 millones de dólares (y los que les seguirán) desparezcan de nuestros bolsillos, y vayan a parar a Wall Street a fin de alimentar a buitres insaciables y a bancos y organismos multilaterales comprobadamente deshonestos y co-responsables de esta lacra que nos asfixia. Porque, para perpetrar la gigantesca estafa de la deuda, detrás de cada Videla, Martínez de Hoz, Roberto Alemann, Menem o Cavallo, hubo un Rockefeller, un Rothschild, un Reagan, un Bush, un Clinton, un Michel Camdesus, un Nicholas Brady o un David Mulford. Nadie debe olvidarlo, incluida mi amiga Mercedes Marcó del Pont.

Tres reflexiones al pasar

El mundo está asombrado ante la frialdad e hipocresía con que Israel ha falsificado pasaportes británicos, irlandeses, franceses y alemanes, para que, con ellos, los agentes del Mossad asesinaran en Dubai a un dirigente del partido político palestino Hamas.

Ante tanto y tan desembozado atropello del sionismo, surgen tres reflexiones:

1.- Si Israel ha sido capaz de falsificar pasaportes emitidos por sus socios y protectores europeos, para asesinar a un enemigo político suyo en un país extranjero, ¿por qué se rasgan las vestiduras y nos acusan de ser antisemitas cuando decimos que debe investigarse si el mismo Mossad tuvo participación decisiva en la voladura de la Embajada israelí y de la AMIA, de lo cual hay muchos y serios indicios? La pregunta está dirigida también a nuestros políticos oficialistas y opositores que, sin excepción, han enmudecido frente a este escándalo.

2.- Si esos países europeos tienen leyes trogloditas, propias de la Inquisición, que penan con la cárcel cualquier intento de investigar la verdadera historia del llamado Holocausto, ¿se animarán ahora a investigar a fondo y en serio el crimen cometido por el Mossad al falsificar sus pasaportes para que la culpa del brutal asesinato del dirigente palestino recayera sobre Londres, Dublín, Paris y Berlín, y no sobre Tel Aviv que es el real culpable?

3.- Desde hace casi 60 años, Alemania paga a Israel miles de millones de dólares por año como indemnización por el Holocausto. Ante la forma tan singular de respetar las leyes y de pagar favores que ha demostrado practicar Israel, ¿Alemania le seguirá girando esa fortuna anual que, en parte, financia la falsificación de pasaportes…? ¿Tanto es el miedo y tan fuertes son las presiones chantagistas?

Del Viso, 19 de febrero de 2010.

Juan Gabriel Labaké

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